domingo, 10 de julio de 2011

Plena




Tenía la certeza de que el momento llegaría.

Sabía que esta felicidad inmensa simplemente llegaría algún día, sola, avasalladora, sin más compañía que mi propia complicidad.

Y esta felicidad no se sustenta en la presencia de Pablo, ni llegó con los besos de David. Esta felicidad nació de la divinidad que habita en mi y que agradecida y libremente reconoce el honor que es compartir este momento con ellos. Los amo.

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